miércoles, 6 de agosto de 2008

Febrero 21

¡Ah, la música! Nuestro puente, nuestro secreto apoyo, nuestro aliento, nuestro refugio, nuestra huella, nuestra confidente. Ella te trae y me lleva. Pronto quiero poner la mía a tu ventana --violines, guitarras, trompetas y voces, ¡al ataque!-- y verte incrédula resurgir desde la media noche de tu alcoba. Ya veo tus ojos absortos así de grandes mientras consultas el reloj, te acomodas el cabello, un rubor nervioso ilumina tu rostro y la piel se te viste de puntitos erizados y de Luna. Cuánto quiero estar ahí, con la respiración en vilo y con un atado de rosas para reclamarte: "¡Y tú que tanto no creías en mis proyectos!". Mientras expira el plazo para el milagro de aquella velada, te envío cierta música. Carece de letra, porque de tanto que las busco todas, ninguna alcanza para cantarte nada. Mejor, tú se la pones y descubres mi espíritu y mi mensaje al fondo de aquellos pianos, guitarras, violines, flautas... Música sin tiempo. Por ahora, duerme.

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